La pandemia por Covid-19 se ha transformado en un problema social, económico y ambiental, además de ser un problema de salud pública. Esto se debe a que las respuestas nacionales e internacionales a esta crisis han respondido a intereses económicos y corporativos, mostrando una continuidad con el actual sistema socioeconómico neoliberal caracterizado por las leyes del darwinismo social y valores conservadores, en lugar de optar por un cambio social donde se priorice el bienestar y la salvaguardia de todos los seres vivientes humanos y no humanos.
Los impactos de la actual situación se manifiestan en todos los aspectos de nuestra esfera social, desde lo individual hasta lo colectivo. En el caso de los movimientos sociales, desde el principio de la pandemia se ha observado una repentina disminución de estos actores de la escena pública, aunque poco a poco se observa una vuelta a las calles y en muchos casos una transformación de la agenda política y de las estrategias de lucha, en función de la actual situación.
Un proceso que hemos observado es que los grupos de base se han trasformado, a través de sus actividades, en comunidades críticas centradas en promover la construcción de solidaridad en comunidades y grupos sociales más vulnerables. Sin embargo, estos grupos y los activistas que los conforman también han sido afectados por la pandemia, tanto individualmente como en sus actividades colectivas. Algunos se han enfermado o han cuidado personas cercanas enfermas, otros murieron a causa de la enfermedad dejando un profundo vacío humano y político, algunos perdieron el trabajo o los recursos para llevar a cabo sus actividades, y así mucho más. Todas y todos fueron afectados de una forma u otra por las consecuencias sociales que llevó o agudizó la pandemia.
Desde nuestra experiencia de investigación en el campo del activismo de base, hemos considerado importante explorar los impactos de la pandemia en estos actores en México. En particular, nos interesó conocer los impactos biográficos y colectivos, así como saber cómo la experiencia de la pandemia podría de algún modo cambiar el marco interpretativo de estos grupos, y por lo tanto modificar sus formas de hacer política en nuestro país.
Con tal propósito, en el segundo semestre de 2020 realizamos una encuesta nacional que, gracias a la difusión que tuvo, nos permitió recolectar la experiencia de 101 activistas de más de 50 agrupaciones y colectivos de base presentes en el territorio mexicano.
La primera parte de la encuesta estaba dedicada a comprender cómo los activistas estaban viviendo la pandemia. Poco más de un tercio de las personas que contestaron se habían enfermado de Covid-19 o había tenido algún/a compañero/a o familiar cercano que se había enfermado en los primeros seis meses. Explorando la dimensión emocional, vinculada con la experiencia de la enfermedad, pudimos observar que las emociones principales experimentadas fueron la ansiedad y la angustia por no saber cómo la enfermedad se podría desarrollar, asociadas con el sentimiento de impotencia por no poder hacer nada por la persona enferma o ellos mismos.
Entre los otros activistas que no se enfermaron, la primera emoción experimentada con respecto a la pandemia fue el miedo a contagiar otra persona, destacando de esta forma como los valores altruistas promovidos por estos activistas son incrustados también en su vida cotidiana. El miedo a tener secuelas en la salud para siempre a causa de la enfermedad y el miedo a morir, representan las dos preocupaciones siguientes. Este último dato es particularmente interesante si lo contextualizamos en la realidad de nuestro país, donde más de la mitad de los muertos son personas adultas con menos de sesenta años, y donde el sistema público de salud no alcanza para atender la recuperación y las secuelas, aun cuando no esté colapsado a causa de las olas de contagio. Estos miedos son construcciones sociales resultado directo de la realidad en la que las personas viven, y no son irracionales, como algunos dicen.
Otro aspecto que indagamos fue cómo la pandemia cambió la forma de hacer activismo. A pesar del miedo a enfermarse, la mayoría de los entrevistados afirmó que no abandonó la actividad política, más bien se adecuó a la nueva situación de contingencia, desarrollando actividades no presenciales o apoyando nuevos proyectos que emergieron para contrarrestar los impactos de la pandemia. En particular, más de la mitad de los activistas declararon haberse involucrado en acciones o proyectos de solidaridad y apoyo mutuo con la población vulnerable. Este dato es confirmado por las decenas de grupos de apoyo mutuo y redes de solidaridad que emergieron desde marzo 2020.
El 2019 fue un año de protestas y movilizaciones masivas por el movimiento feminista, el estadillo chileno y la nueva ola del movimiento climático, que logró llevar en la calle millones de jóvenes revindicando el derecho a tener un futuro para ellos y el planeta en general. Teniendo en cuenta que poco más de la mitad de los encuestados están involucrados en el activismo de base socioambiental, decidimos explorar si y cómo los activistas desarrollaban una relación entre la pandemia y la crisis socioambiental y climática que estamos viviendo. Es interesante ver como para casi la totalidad de los encuestados existe una relación entre el deterioro de los ecosistemas y la pandemia de COVID-19. Este dato confirma una reflexión más amplia que han hecho los activistas: considerar que el deterioro del medio ambiente tiene un impacto importante en la salud humana. Esto muestra qué reflexiones que antes estaban limitadas al movimiento ecologista y al de justicia ambiental han sido apropiadas por otros activísimos, confirmando la permeabilidad de los marcos de interpretación de los movimientos sociales.
Los resultados de la encuesta muestran también como esta relación entre pandemia y degradación ambiental es llevada a la vida cotidiana, es decir, los activistas mexicanos consideran que su propia salud es amenazada por el deterioro del medio ambiente.
Un último aspecto que queremos destacar son las reflexiones colectivas que los grupos de base tuvieron en estos meses con respecto a su propia actividad. La mayoría considera que la emergencia sanitaria causada por la pandemia puede dar lugar, y no solo en México, a la introducción de medidas autoritarias que afectan las libertades civiles de los ciudadanos, como la prohibición de manifestaciones u otras formas de represión como las que se llevaron a cabo durante las protestas contra el asesinato de Giovanni López a manos de la policía de Guadalajara en junio de 2020.
Además de las derivas autoritarias y represivas, la mayoría de los encuestados afirmó sentirse preocupado por el futuro de su actividad política. Frente a esta preocupación, la mitad de los entrevistados han declarado estar discutiendo y trabajando colectivamente para elaborar nuevas estrategias de lucha. Aunado a eso, hemos podido ver que en los grupos se están abriendo espacios de diálogos colectivo sobre temáticas que muchas veces son enfrentadas de forma individual, como por ejemplo la vulnerabilidad de la salud y el cuidado. El autocuidado individual y de grupo parece ya no ser una característica solo del movimiento feminista, sino que se ha extendido como práctica entre activistas que participan en diferentes movimientos sociales. A eso se suma la revalorización, individual y colectiva, que estos sujetos afirmaron haber tenido en cuanto a las relaciones sociales, personales, el uso del tiempo, el estilo de vida, entre otros. Si por un lado el encierro ha paralizado muchas actividades, por el otro ha permitido evidenciar los efectos negativos del estilo de vida caótico y desgastante de la ciudad.
Los impactos de la pandemia rebasarán la actual cifra de contagiados, enfermos, muertos, desempleados, y se reflejarán en la forma futura de relacionarnos, hacer política, defender y reivindicar nuestros derechos. Los datos presentados en el texto, breve pincelada de lo que son los resultados de la encuesta, nos indican que el activismo de base en México no ha desaparecido durante la pandemia y que, al contrario, se han sumado nuevas reflexiones a su narrativa política. Resulta importante la reflexión sobre el cuidado colectivo, que además está involucrando cada día más el cuidado de los otros seres vivientes no humanos y el medio ambiente en general. Este último aspecto es de vital importancia frente a la emergencia socioambiental y climática que estamos viviendo, y que, además de estar en la base de futuras pandemias, ya está perjudicando la vida y la salud de millones de seres vivientes. Si la pandemia lograra fortalecer el activismo ecosocial, promoviendo alternativas que apuesten por el bienestar de todos los seres vivientes a partir de una relación armónica y horizontal donde no se considere al otro (humano o no humano) como un recurso a explotar, un número o un objeto, no todo estaría perdido.
Además, para poder seguir construyendo otro mundo, resulta determinante el proceso de colectivización de emociones vinculadas con la pandemia, como la ansiedad, la angustia, la tristeza o la rabia. Es necesario aprender a manejar estas emociones para superar el sentimiento de impotencia que muchos tienen por el desinterés de las elites políticas y económicas frente la crisis socioambiental que vivimos. No sabemos todavía cuanto durará esta pandemia, ni sus efectos a largo plazo, pero sin duda podemos afirmar que la organización colectiva está siendo hasta ahora la única vacuna contra el virus llamado capitalismo.